lunes, 30 de enero de 2017

Extrusiones

Aún extiendo la mano a oscuras para tocar la madera del escritorio. Ya nunca la encuentro. A veces son los ojos al revés, colgando pósters, altavoces, relojes y miniaturas en la pared que ya no está. O la rendija de la puerta por donde se cuelan los tintineos de la tranquilidad solar. Nadie la abre ya para mí. Es entonces cuando recuerdo el recuerdo. Más débil cada vez, más irreal, más nunca-vivido. Y me digo que volverá apenas termine mi última hora.

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